jueves, marzo 30, 2006

In memoriam

Querido Luis:

Yo se que hace tiempo que no nos vemos. También se que donde quiera que estés, te la estas pasando mejor con tu tradicional copita de vino tinto en mano. Pero mientras tanto, nosotros los mortales, especialmente yo, te recordamos siempre. Te quiero mucho amigo, y aunque ha pasado tanto tiempo desde que nos vimos, sigues presente en mi; tus enseñanzas, tu amistad, tu cariño que diste sin reserva, y más que nada, el recuerdo de aquella sonrisa picarona con la cual me hiciste ver la vida de un nuevo color.
Quiero decirte que anoche, de nuevo, soñé contigo, creo que, como todos los sueños, fue solo un proyecto de mi inconsciente que se siente cada día mas cerca de ti, y que un poco también parte de mi consciente que cree algún día poder tener contacto de nuevo contigo, que aún no se cree que te hayas ido, y que espera impacientemente el día en que pueda pisar de nuevo "Las Margaritas" para oler tu perfume tan peculiar que impregnaba el ambiente.
Soñé, que llegaba a verte. Que, como siempre, me recibías con una abrazo y palabras amorosas de nostalgia, pero el lugar, aun cuando eran "las margaritas", no parecía el mismo. Los anaqueles aquellos llenos de tantos tequilas de lugares exóticos habían desaparecido por completo dejando lugar a unos cuantos nichos, con los acostumbrados floreros y platos de adorno. Las paredes eran de un color amarillo claro, que reflejaban la luz de los ventanales altos que habían tomado el lugar de aquellas paredes color verde militar con aroma a cigarrillo y a edificio antiguo. El salón posterior del restaurante se había expandido dando lugar a un amplio salón, con mesas rectangulares, acomodadas, ordenadamente, por donde la gente podía pasar sin tener ningún roce con la otra gente disfrutando el lugar. Todo era luz, pero también todo era frío, sin el acostumbrado calor humano que se sentía en tu lugar. Tú, al cuestionarte acerca de la razón para hacer todos los cambios, me contaste sin tanto detalle que se había renovado, y que el negocio estaba mejor, pero irradiabas felicidad y orgullo por aquel lugar que se hacia llamar "las margaritas", pero que no era, en nada, reflejo de ti.
Yo, claro está, no podía dejar de llorar mientras que veía el lugar, en parte por la nostalgia de ver perdido todo aquello lo cual me era familiar, placentero, y al fin agradable; pero también, por que sentía que mi pecho se desbordaba en lágrimas por el simple placer de tenerte vivo, en frente de mi, en carne y hueso.
Parte de mi, aquella que siempre nos dice que solo es un sueño, quería afferarse al sueño y a tu presencia, abrazarte hacia mi y nunca dejarte, no quería despertar, pero también quería dejar de sentir de una vez por todas aquella tristeza que me invade desde tu partida. No podía creer que estaba de nuevo allí, contigo, en San Francisco, enseñándote a mi hija, sintiendo que el pecho se me abría en dos, tratando inútilmente de afferarme a lo intangible.
Paso el tiempo como agua entre las manos, desperté bruscamente, aún con lágrimas en los ojos! y con el pecho acongojado por el sentimiento tan agudo de dolor por ver aquello de nuevo perdido, tan rápido como un abrir de ojos, de verme de nuevo en mi cama, de oír los ruidos de la gente en mi casa, de oler la mañana en Victoria, el sentirme de nuevo ahogada por mi presente y tu ausencia.
En fin, me sentí impulsada a poner en palabras mis sentimientos. Disculpen todos ustedes que leen esta carta, aun, 6 horas después de despierta, horas después de haber regresado de socializar con gente de la universidad, horas después de haberme recuperado de aquel amanecer trágico, las lagrimas corren por mis mejillas con el solo hecho de recordarte, ahora, de nuevo, tan presente en mi, con tu imagen tan viva como aquel día que nos despedimos por ultima vez. Con tu olor, que extrañamente, me persigue desde que me levanté.
Te quiero, Luis, y siempre serás una parte de mi, aquella parte de la cual nunca me podré desprender. Te recuerdo...

Con cariño,
Maru

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